Where in the World is Javier Colorado Soriano?
His journey from Ecuador to Brazil
En Espanol
Seele Magazine entrevistó a Javier Colorado Soriano en Abril de 2016, cuando estaba en su viaje de tres años por el mundo. De Europa a Oriente Medio a América del Sur, a Norteamérica, a África- Javier conoció a todo tipo de personas. Para él, montar su bicicleta alrededor del mundo era el cumplimiento de un sueño.
Ahora, está en América del Sur cruzando el Amazonas en una canoa. Lee lo que está tramando en sus propias palabras:
Cuatro meses después de completar la vuelta al mundo en bicicleta, me embarqué en una nueva aventura para cruzar el Amazonas en una canoa de madera. Viajar es mi pasión y decidí continuar el camino que emprendí hace tiempo y que tanta felicidad me aporta.
El 1 de abril de 2017 aterricé en Quito, Ecuador, junto a mi cámara y compañero de aventura Manu de Salvador. Viajamos por tierra hasta Francisco de Orellana y contactamos con una Comunidad Quechua en el borde del Parque Nacional Yasuní, la reserva natural con mayor biodiversidad del planeta.
La Comunidad del 12 de Febrero, está situada a las afueras de Pindo y la forman cuarenta miembros. Allí nos recibió en su hogar Eliceo, quien lleva fabricando canoas desde hace veinte años.
Durante dos semanas aprendimos a obtener de la madera una canoa de una sola pieza, y creamos la embarcación de cinco metros con la que remaré 3.000 kilómetros hasta llegar a Manaos, Brasil. Sentimos gran alivio al comprobar el control que el Ministerio del Ambiente de Ecuador lleva acabo para preservar los recursos naturales, y entendemos la necesidad de devolverle a la naturaleza aquello que tomamos de ella, por lo que plantamos dos árboles para ayudar a reemplazar la madera que obtuvimos del árbol caído.
La Comunidad Quechua nos enseñó sus costumbre y tradiciones, nos trataron como a un más de sus miembros y nos hicieron sentir parte de la familia. Una de las tradiciones que más disfrutamos fue la Minga. Hombres, mujeres y niños suman fuerzas para desplazar las canoas desde su lugar de fabricación hasta la casa del propietario, donde se da un último tratamiento a la madera con fuego y carbón para cerrar los poros. Al finalizar la dura marcha, la persona que convoca la Minga invita a todos sus vecinos a comer y a beber chicha, una bebida fermentada del jugo de la yuca y el camote. Es el momento en el que todos ríen y bromean, la hora de los agradecimientos y el afecto. Todos saben que siempre que necesiten apoyo, su comunidad estará presente para ayudarles. Fue una lección de compañerismo y humildad preciosa, más aún sabiendo que el día que tuve que sacar mi canoa de la selva, la comunidad estuvo presente para ayudarme.
...Los obstáculos del camino siempre asustan e infunden respeto, pero afrontar nuestros miedos es parte de la experiencia...
Una vez finalizamos los preparativos, nos lanzamos al Río Tiputini para cruzar el Parque Nacional Yasuní y la experiencia fue algo único. Durante 14 días gritamos al cielo con cada tormenta amazónica, y al atardecer nos abríamos camino con el machete para instalar el campamento esquivando plantas con afiladas espinas, escorpiones, arañas y nubes de mosquitos.
Remamos por infinitas curvas en compañía de delfines, monos, nutrias, capibaras, caimanes, perezosos, miles de aves e insectos voladores. Visitamos pequeños asentamientos Quechua y Huaorani, y finalmente llegamos a la desembocadura del Río Napo e iniciamos la segunda etapa del viaje al entrar en Perú.
El Río Napo alberga más comunidades, el abastecimiento resulta menos complicado y el cauce es más intenso, por lo que pudimos abarcar mayor distancia en cada jornada. Su ancho de casi dos kilómetros permite contemplar paisajes únicos que nos hacen sentir insignificantes. La presencia de delfines siempre ofrece encuentros místicos, aunque nunca hay que bajar la guardia y atender a los verdaderos peligros del río. Las fuertes corrientes, los remolinos y los cientos de troncos que hay flotando o encallados en el arenoso lecho, amenazan a diario con volcar las canoas.
Remamos catorce días hasta llegar a la desembocadura con el Río Amazonas, e hicimos una parada intermedia de una semana en Iquitos, para disfrutar de las comodidades de la civilización y conocer una ciudad de especial atractivo.
Una vez surcamos las aguas del río más caudaloso del mundo, se sumó a la aventura una nueva complicación. A menudo las tormentas acompañan fuertes vientos y estos levantan olas que tambalean e inundan nuestras canoas como si fueran de papel. Los obstáculos del camino siempre asustan e infunden respeto, pero afrontar nuestros miedos es parte de la experiencia. Aunque a nosotros nos gusta quedarnos siempre con lo bueno, con la hospitalidad de la gente que conocemos cada día y la ilusión de estar viviendo una aventura única por un paraje natural inigualable en nuestro planeta.
Hace diez días pusimos rumbo a Leticia, Colombia, donde nos encontramos en estos momentos reponiendo fuerzas para continuar el viaje!
In English
Seele Magazine interviewed Javier Colorado Soriano in April 2016 when as he was on his three year bicycle journey around the world. From Europe to the Middle East to South America, to North America, to Africa, Javier met all kinds of people. For him, riding his bicycle around the world was the fulfillment of a dream.
Now, he is in South America crossing the Amazon in a canoe. Read what he’s up to in his own words:
Four months after completing the cycling round the world, I embarked on a new adventure to cross the Amazon in a wooden canoe. Traveling is my passion and I decided to continue the journey that I started long ago, one that brings me so much joy.
On April 1, 2017 I landed in Quito, Ecuador, with my camera and adventure partner, Manu from Salvador. We traveled by land to Francisco de Orellana and contacted a Quechua Community on the edge of the Yasuní National Park, the most biodiverse nature reserve on the planet.
The Community of February 12, is located on the outskirts of Pindo and consists of forty members. There Eliseo, who has been making canoes for twenty years, welcomed us at his home.
For two weeks we learned how to make a canoe from one piece of wood, and we created a five-meter boat, which I paddled 3,000 kilometers to Manaus, Brazil. We were glad to see the oversignt that Ecuador's Environmental Ministry carries out to preserve natural resources. We also understand the need to give back to nature what we take from it, so we planted two trees to help replace the tree we used to make the canoe.
The Quechua Community taught us their customs and traditions, treated us like one of its members and made us feel part of the family. One of the traditions we enjoyed most was the Minga. Men, women and children join forces to move the canoes from their place of manufacture to the owner's house, where a final treatment is given to the wood with fire and charcoal to close the pores. At the end of the harsh march, the person who calls the Minga invites all his neighbors to eat and drink chicha, a fermented drink from cassavas and sweet potatos. It’s a moment when everyone laughs and jokes, and it’s also a time of thanksgiving and affection. Everyone knows that whenever they need support, their community will be there to help them. It was a lesson of fellowship and precious humility, knowing that on the day I would take my canoe out of the jungle, the community would be there to help me.
...Obstacles on the road of life always bring fear, but infuse respect, however confronting our fears is part of the experience....
Once we finished the preparations, we went to the Tiputini River to cross the Yasuní National Park and the experience was unique. For 14 days we shouted to the sky with each Amazon rain storm, and at dusk we made our way with machetes to set up the camp, dodging plants with sharp thorns, scorpions, spiders and mosquito clouds.
We paddled through infinite curves of water with the company of dolphins, monkeys, otters, capybaras, caimans, sloths, thousands of birds and flying insects. We visited small Quechua and Huaorani settlements, and finally we arrived at the mouth of the Napo River and began the second stage of the trip, entering Peru.
The Napo River is home to more communities, supply is less complicated and the canal is intense, which enabled us to cover more distance each day. The canal has a width of almost two kilometers and it allowed us to take in unique landscapes that made us feel insignificant. The presence of dolphins always offers mystical encounters, although you never let down your guard to deal with the dangers of the river. The strong currents, the whirlpools and the hundreds of logs that are floating or stranded on the sandy bed, threaten to overturn the canoes everyday.
We paddled for fourteen days until we reached the mouth of the Amazon River, and we made a weeklong stop in Iquitos, to enjoy the comforts of civilization and to get to look around this very attractive.
Once we sailed the waters of the largest river in the world, we encountered a new complication in our adventure. Often storms bring with them strong winds, with raised waves that wobbled and flooded our canoes as if they were just paper. Obstacles on the road of life always bring fear, but infuse respect. Confronting our fears is part of the experience.
Ten days ago we headed to Leticia, Colombia, where we’re finding ourselves recovering for the strength to continue this journey!
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